No todo es lo que parece
Aunque no veía desde hacía mucho tiempo, aún tenía el oído muy fino, su pelo ondulado igual de suave que siempre y esos ojos que juzgan a toda hora, esa era Luna, una muchacha de unos treinta y tantos. Luna siempre anda sola divagando por ahí, no le gusta la compañía, le gusta su soledad y su espacio.
Un domingo Luna sale a pasear como es de rutina y se choca con una planta marchita, se sintió tan mal por esa pobre planta que se la lleva con ella y le dice “prometo protegerte y que vuelvas en vida a mi”, inmediatamente se acordó de cuando de pequeña no era brillante y por eso nadie quería estar con ella, una lágrima cayó delicadamente por su mejilla y terminó en la planta, segundos después la planta empezó a enderezarse lentamente y dejo ver sus hermosos colores… había que acatar la ley de la vida.
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